Microsoft lanza Kinect, su tecnología de reconocimiento de movimiento para Xbox
La última batalla en la guerra de las consolas emprendida por las tres grandes compañías del ocio interactivo (Nintendo, Sony y Microsoft) tiene una vertiente tecnológica y otra que obedece al mercado, pero en el fondo descansa una cuestión casi sociológica. Se trata de barrer la última frontera que impide que los videojuegos sean masivos: acabar con la dictadura del mando, ese armatoste lleno de palancas y botones, que ha sido tradicionalmente demasiado complicado para los jugadores no habituales, los también llamados casual gamers.Nintendo lleva la ventaja que le da ser el padre del invento con su Wii, una consola que se juega con las manos gracias a su sensor de movimiento, que Sony ha perfeccionado recientemente con el añadido de una cámara para recoger la posición del jugador en los tres ejes del espacio. Microsoft ha hecho lo que en fondo todos deseaban: darle al jugador una herramienta en la que no hacen falta mandos de ningún tipo, ni siquiera tan sencillos como los de Wii y Move. Se trata de jugar con el cuerpo: manos, brazos, pies, cabeza.
Kinect se lanzó la semana pasada con el mismo despliegue de quien lanza una consola nueva: en el fondo, se trata de darle una segunda vida a una máquina (Xbox 360) muy orientada al jugón tradicional (hardcore gamer). La buena noticia es que se alarga la vida de las máquinas, cuyo ciclo vital solía rondar los cinco años. La mala es que ciertos títulos y propuestas empiezan a parecerse demasiado: Kinect Sports no difiere mucho de Wii Sports ni de Sports Champions, de Move, y en todas las plataformas predominan los títulos de karaoke, minijuegos y entrenadores personales de fitness.
Kinect funciona, y realmente bien, aunque en esta primera etapa sólo ha mostrado lo que ya conocíamos, sin conseguir epatar al jugador. El reto está en no quedarse ahí sino en moverse hacia adelante. Y en tener un buen salón para hacer el cabra. Recuerden: los muebles corren peligro.
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